
Farotas de Talaigua, una danza de lucha y reivindicación de la mujer indígena
Esta es una de las manifestaciones más representativas del Carnaval de Barranquilla, con más de 38 Congos de Oro.
John Carlos Mancera está sentado en una esquina de la casa de Mónica Ospino Dávila, en el barrio Miramar de Barranquilla, tratando de que la frondosidad de un árbol le dé su sombra y apaciguar el calor. Orgulloso, luce una falda larga con estampados de flores, una pechera luminosa, un sombrero con flores y poniéndose sus abarcas.
Con una mano sostiene un espejo pequeño, mientras que con la otra se aplica detenidamente labial rojo, un acto que realiza desde los 9 años, cuando ingresó a esta danza de Talaigua Nuevo, Bolívar.
El hogar de Mónica, directora de esta danza, está llena de trofeos que ha recibido la danza a lo largo de los años. Nos sentamos en una silla listos para sumergirnos en la historia de las Farotas que surgió hace más de 400 años, defendiendo a las mujeres abusadas por los españoles en la época de la colonia y que hoy es símbolo de resiliencia y tenacidad.
Ya en la casa de la directora, John dijo que “las Farotas de Talaigua representan nuestras raíces, todo lo que nuestros ancestros nos dejaron, lo que con el paso del tiempo hemos sido. Nosotros somos anfibios, una vez estamos en el agua y una vez estamos en tierra. Esta es una danza que reivindica a la mujer”.

De interés: Tecnoglass reporta resultados récord durante el cuarto trimestre y todo 2024
Cansados de que los invasores entraran a las chozas para violar a sus mujeres, los indios organizaron un plan para detener la situación. Es ahí cuando el cacique de Talaigua escoge a sus 12 mejores guerreros, vistiéndolos con ropa femenina, para engañar a los españoles, llevarlos al bosque y, una vez allí, darles propinarles una golpiza. La estrategia funcionó.
Esta acción con el paso del tiempo fue cogiendo más significado, convirtiéndola en su mayor representación cultural, mezclando sonoridad, baile y escenificación.

“En esta danza hay tres ritmos: farotas, perilleros, lavada y perilleros recogidos, que es cuando se hace un júbilo al rey. Ahí siente uno la energía de las Farotas, porque este baile es de fuerza, nosotros nos brincamos, nos saltamos, nosotros hacemos un pase indígena y lo giramos. No tenemos que estar bailando igual, porque mientras que yo giro por este lado, el compañero mío me está cuidando las espaldas”, afirmó John Carlos.
John es 'la mamá del grupo', su papel en la danza es no dejar tumbar el ritmo, mantener fuerte y erguido a los danzantes.
El momento cumbre de la escenificación, según relata Mancera, es cuando las hileras de danzantes forman un círculo alrededor de la mamá y la ninfa (el más pequeño de los danzantes) se va cerrando hasta volver jubilosos a sus posiciones, haciendo sonidos de victoria, en honor a esa niña que han protegido y cuidado.

De interés: Capturaron a presuntos homicidas de pastores y sus hijos en Aguachica
Una vestimenta cargada de significados
Para ser heredero de una tradición, John Carlos Mancera cuenta muy bien la historia, no esconde cada detalle y repite con orgullo “a mí no me da pena vestirme de mujer, esto es más que un disfraz”.
Y es que a simple vista el vestuario de las Farotas llama la atención por su brillo, colores vivos y, sin duda alguna: el simbolismo de cada detalle.
En la cintura se amarran un cinturón con pañuelos colgando, que simulan los amuletos que usaban los indios farotos para espantar las brujas.
Las flores artificiales del sombrero son la representación de una especie que crece en la región a la que llaman Rosalinda.

De interés: En riña dieron muerte a habitante de calle en el barrio Barlovento
“Son 12 flores y representan a los guerreros que escogió el jefe para defender nuestra tradición. Pero hay una flor arriba especial que es una blanca, la niña, representando a esa menor que fue abusada”, dijo.
Los integrantes de la danza también usan aretes grandes que van sujetos a una cinta blanca. El paragua de colores simboliza el arma que los guerreros portaban para defenderse de los españoles.
También portan un buzo blanco de cuello alto debajo de la pechera.
“La pechera significa nuestro oro que ellos se llevaron y lo poquito que quedó fue lo que diseñaron aquí. Atrás de la pechera hay un corazón que simboliza el amor que nosotros le tenemos a nuestra tierra y a nuestra danza”, mencionó.

De interés: Hallan el cuerpo en descomposición de un hombre en vivienda de Soledad
El legado continúa
Isael Delgado, de 44 años, uno de los farotos más antiguos bajo la dirección de Mónica Ospino, se terminaba de vestir en medio de la entrevista para hacer una demostración de este baile junto a sus compañeros que llegaban desde Talaigua.
Lleva más de 30 años en esta danza, representando el legado que le dejó su abuelo Matías Castaño: “Es algo que llevamos en la sangre y solo los que estamos aquí podemos dar fe de eso”.
Casado y con tres hijos, Isael una y otra vez mencionó con orgullo lo “feliz” que estaba de ser parte de esta danza que exalta a la mujer.

“Vivo feliz con mi hogar, es normal que a veces te tilden por vestir de mujer, pero creo que lo que más les molesta a nuestras esposas es cuando llegamos al Carnaval de Barranquilla. Ellas creen que nos vamos a desordenar, tomar o estar en fiesta, pero realmente venimos a representar todo un pueblo que ha sufrido de injusticias”.
Isael siempre estuvo sonriente. Ni siquiera el calor intenso del mediodía lo hizo sentir incómodo con los faldones y la pechera.
La entrevista ha terminado, no sin antes escuchar de Matías Camilo, de 12 años, el más pequeño del grupo (la ninfa), decir que “está contento de bailar en las Farotas”.
Finalmente, todos bailaron entregados a esta celebración siendo portadores de tradición, promoviendo el respeto de las mujeres en la sociedad.

